martes, 3 de marzo de 2015

TERESA DE JESÚS: EXPERIENCIA DE DIOS Y LENGUAJE

Prof. Juan Antonio Marcos, ocd

Aula de Teología. Santander
24 de Febrero de 2015

INTRODUCCIÓN
Muchas gracias por la invitación y también a vds. por su presencia aquí esta tarde. Tengan presentes los textos porque vamos a volver una y otra vez sobre ellos. Yo creo que es la clave para acercarse a Teresa de Jesús. Yo cada día estoy más convencido de que el acercamiento a santa Teresa ha sido siempre desde distintos puntos de vista, el lenguaje, la experiencia mística, la biografía, aspectos históricos y, con el paso de los años uno se da cuenta de que lo más fascinante de Teresa son sus textos, sobre los que tenemos que volver una y otra vez; visitarnos y dejarnos visitar. Teresa es un clásico de la literatura en español, pero también un clásico de la mística y sabemos que los clásicos nunca pasan de moda; sobre ellos tenemos que volver para volver a aprender.
Además, probablemente  de santa Teresa lo mejor que tenemos son sus textos. En este sentido, saborear sus propias palabras siempre va a tener un encanto y una fuerza especiales.
La charla que voy a presentar ahora va a circular en torno a una palabra clave: Presencia. Todo es original, la experiencia, el lenguaje de Dios en santa Teresa, pero la experiencia de Dios en Teresa es siempre una experiencia de Presencia. Un gran conocedor del fenómeno místico, investigador en el ámbito español, insiste una y otra vez en esto: si hay una palabra mágica para hablar de los místicos, esa palabra es la Presencia. Y yo creo que esa palabra es también la que recorre todas las obras de santa Teresa; es la que vamos a utilizar, de algún modo, como el leif motiv, como hilo conductor de esta pequeña presentación de su experiencia de Dios.
Vamos a ver en un primer momento un “marco previo” para recordar la relevancia que en Teresa tiene la palabra experiencia. Al fin y al cabo, si en algo se apoyan los místicos, siempre es en la experiencia como punto de partida de su vivencia de Dios y de su percepción de lo divino.
Luego pasaremos a recorrer lo que podemos llamar “psicobiografía de la experiencia de Dios en Teresa”; de las distintas experiencias de la Presencia de Dios que ella experimentó a lo largo de su vida. Creo que son relevantes porque nos ayudan a comprender hoy también nuestra propia experiencia de la Presencia de Dios.
1.      Marco previo: Dios nace en el “yo-hoy-aquí” de cada persona
Yo creo que, en el caso de Teresa y de los grandes místicos, Dios siempre nace en el yo, en el aquí y en el ahora de la experiencia personal del individuo. Si hay algo que está valorado en el caso de Teresa –yo diría especialmente valorado- es el tema de la experiencia. Por eso, cuando nos acercamos a sus escritos, nos vamos a encontrar una y otra vez con textos y expresiones frecuentes, que nos hablan siempre de esa realidad y esa “autoridad” que tiene la experiencia.
La fuente más importante, más poderosa para hablar de Dios, en Teresa va a ser siempre: Lo dijo por experiencia. Lo que yo he vivido, lo que yo he experimentado, lo que yo he sentido.
El siguiente texto está tomado de Camino de Perfección, donde nos vamos a percatar inmediatamente de la relevancia que tiene siempre la experiencia en su percepción de Dios y de lo divino.
No diré cosa que en mi o en otras no la tenga vista por experiencia o dada en oración a entender por el Señor. Buen medio es para tener a Dios, tratar con sus amigos, siempre se saca gran ganancia. Yo lo sé por experiencia.
Yo sé mucho de esto por experiencia y así os lo sabré decir, aunque yo tan bien como quisiera.
Son algunas de las expresiones recurrentes de su discurso, que nos sitúan siempre en esa línea; de tal manera que, podríamos decir, en Teresa experimentar, ver, saber –en el sentido etimológico de la palabra, saborear- remiten siempre a esta realidad ee lo vivido, experimentado, más allá de lo pensado.
Otro de los textos donde esto se percibe, es del Libro de la Vida, capítulo 22. Este libro lo escribe Teresa cuando tiene en torno a 50 años, en 1565. A quien se dirige es al censor, el Padre García de Toledo, teólogo dominico; se supone que santa Teresa era la discípula y curiosamente, a medida que va avanzando la lectura del Libro de la Vida, la autobiografía, el teólogo y maestro va convirtiéndose en discípulo y Teresa se va convirtiendo en la verdadera maestra. Se percibe en el trato que tiene en el diálogo continuo que tiene con él a lo largo de esta obra. Mediado el libro, concretamente en el capítulo 22, Teresa se expresa así, dirigiéndose al censor:
Así que vuestra merced, hasta que halle quien tenga más experiencia que yo y lo sepan mejor, estése en lo que yo le digo.
Son algunos ejemplos, entre los muchos que se pueden traer a cuento para poner de relieve el valor y la experiencia en el caso de los místicos. Recuerdo ahora otro, de Camino de Pefección, donde dice Teresa: Esto lo sé yo por experiencia. Es otro negocio que solo haberlo pensado.
He estado poniendo aquí una teología experiencial, vivida, frente a una teología más especulativa, solo pensada. Y ése va a ser siempre su argumento más poderoso. Es la experiencia subjetiva del yo, de lo vivido aquí y ahora lo que lleva a Teresa a escribir, dirigiéndose a sus primeras lectoras, a sus compañeras carmelitas, el siguiente texto:
No ha menester alas para ir a buscar a Dios, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped.
Aquí  tenemos una palabra clave de Teresa: Dios convertido en huésped del ser humano, en huésped del alma. De ese huésped, de su omnipresencia en la vida y en sus escritos, es de lo que vamos a tratar ahora, porque la mística no es “pensar a Dios”; para el místico Dios no es una idea, sino que es mucho más, Dios es la realidad infinita que lo envuelve todo y en la que nos sabemos envueltos, de alguna forma.
2.      Psicobiografía teresiana y las experiencias de presencia
Haremos ahora un recorrido por la psicobiografía de teresa, cayendo en la cuenta de la relevancia que tiene precisamente esa experiencia de Presencia. Para ello me voy a apoyar en una fórmula que apareció, en torno a los años 60, de un profesor de filosofía de la religión, que consagró la fórmula: “experiencias de desvelamiento”. Son aquellas experiencias que hacen los místicos a través de las cuales, en un momento determinado, hay un “desvelamiento”, se corre el velo, y comienzan a percibir todo de una forma nueva.
Lo interesante de estas “experiencias de desvelamiento es que la realidad no cambia, Dios no cambia, el mundo, la creación, no cambian… lo que cambia es la percepción de la realidad. Yo creo que, en Teresa, las distintas experiencias que tiene de la Presencia de Dios son ante todo, “experiencias de desvelamiento”. Dios estaba aquí y yo no lo sabía… dice Jacob, en el capítulo 28 del libro del Génesis. Son experiencias en las que se descorre la cortina y comenzamos a ver la realidad de una forma nueva.
Probablemente quien menor ha definido este tipo de experiencias es San Juan de la Cruz. En la última gran obra que escribió, Llama de amor viva, tiene una metáfora muy afortunada para darnos a entender qué son esas “experiencias de desvelamiento” que tienen los místicos. Dice así: Así como el sol está madrugando y dando en tu casa para entrar si destapas el agujero, así Dios entrará en tu alma vacía y la llenará de bienes divinos.
Esta imagen nos está recordando que Dios es como el sol, que siempre ha estado ahí. San Juan de la Cruz, al comentar esto, dice que a veces podemos tener la sensación de que nuestra vida está llena de oscuridad o de frío, pero la culpa no es del sol; Dios como el sol, está iluminando, dando luz y calor. En un momento determinado de nuestra vida, abrimos la ventana… -eso son las “experiencias de desvelamiento”- y nos percatamos de que Dios, como el sol, siempre ha estado acompañándonos, dándonos luz y calor. Si por nuestra parte no percibimos eso, la culpa nunca es de Dios.
El místico es el que, de alguna forma, poco a poco se ha ido abriendo a esa realidad, se ha percatado de ella y ha comenzado a cambiar su percepción de lo divino y de Dios.
Vamos a ver en primer lugar las “experiencias de Presencia”, luego las “experiencias liberadoras” en el caso de Teresa y en tercer lugar las “experiencias de vínculo”, que va a ser de algún modo la clave positiva de esa experiencia de Dios.
2.1.       Las experiencias de Presencia…
En la vida de Teresa podríamos decir que hay tres formas distintas de experimentar la presencia de Dios.  En un primer momento experimenta a Dios “a nuestro lado”; Dios como compañero de camino. En un segundo momento experimenta que Dios está “dentro de nosotros”, experiencia de interiorización. Y en un tercer momento, experimenta que nosotros estamos “dentro de Dios”. Pan-en-teísmo, todo está en Dios, el mundo, la creación…
Lo que pretendo, a la hora de comentar los textos de Teresa, es que veamos que estas experiencias son siempre de “desvelamiento”; no es que cambie Dios, sino mi visión de Dios, lo que cambia es siempre mi percepción de lo divino. La siguiente cita es una de las más conocidas de experiencia de Presencia y de Palabra de Teresa. El año 1559 había aparecido el famoso Indice del inquisidor Valdés que prohibía la lectura de libros en castellano, en romance, dice santa Teresa quien, en el capítulo 26 del Libro de la Vida lo comenta: Cuando se quitaron libros que se prohibieron de leer en romance, en castellano, yo lo sentí mucho, porque me daba mucha alegría leerlos.  Evidentemente, al quedar solo los escritos en latín, ella no podía leerlos porque no sabía latín.
Después de esa experiencia -momento que fue un poco traumático en la vida de Teresa- en 1560 ella se encuentra en Avila en el momento en que llega Fray Pedro de Alcántara, franciscano, un santo en vida, que confirmará a Teresa en su experiencia. Muchos desconfiaban y le decían que era cosa del demonio, no de Dios; tenemos que situarnos en las mentalidades del siglo XVI. Después del encuentro con Fray Pedro de Alcántara, Teresa nos va a contar la experiencia siguiente:
A)      Dios “a nuestro lado”
Estando un día del glorioso san Pedro en oración, vi cabe mí, o sentí —por mejor decir— que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecíame estaba junto cabe mí Cristo y veía ser él el que me hablaba, a mi parecer. Yo, como estaba ignorantísima de que podía haber semejante visión, diome gran temor al principio y no hacía sino llorar, aunque, en diciéndome una palabra sola de asegurarme, quedaba como solía, quieta y con regalo y sin ningún temor. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y, como no era visión imaginaria, no veía en qué forma; mas estar siempre al lado derecho sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía, y que ninguna vez que me recogiese un poco, o no estuviese muy divertida –distraída- podía ignorar que estaba cabe mí. (V 27,2).
Es una de las experiencias claves de Teresa. La idea es siempre “Dios a mi lado”, y una certeza absoluta. Pero no ve nada; con los ojos del cuerpo, Teresa nunca vio nada. Son experiencias intreriores, pero con una certeza de una Presencia que para ella es incuestionable. Es muy importante lo que dice en la primera línea, que nos ayuda a entender qué tipo de experiencias son ésas: Estando un día del glorioso san Pedro en oración, vi cabe mí… pero inmediatamente se corrige: o senti  -por mejor decir-.
Todas estas experiencias se sitúan en el ámbito del sentimiento. En el siglo XVI, y en los escritos de Teresa, el verbo “sentir” equivale a lo que hoy nosotros llamaríamos “experiencia”; experimentar y tener la certeza de una Presencia. Esa experiencia se certifica por los efectos que produce: paz, tranquilidad, certeza interior… ésta es la verdadera etiqueta de garantía.
B)     Dios “dentro de nosotros”
Un segundo momento de estas “experiencias de Presencia” son experiencias de interiorización, que Teresa sintio también varios momentos de su vida.
Vivimos habitados por una Presencia. El siguiente texto es el de Cuentas de conciencia, una obrita que escribió Teresa, una especie de diálogo íntimo, donde va contando sus experiencias más interiores y profundas; Cuentas de conciencia es como un “streap tease del alma”, porque Teresa “se desnuda” ante el lector y contar lo que ha experimentado en los entresijos del alma. El texto es del año 1575; Teresa tiene en torno a 50 años de edad; en aquella época san Juan de la Cruz había sido apresado por primera vez -todavía no fue a la cárcel- y Teresa está pasando por un momento muy malo pues le han prohibido fundar. Está como “recluída” en La Encarnación. Ahí es donde aparece este texto que es el que nos importa ahora a nosotros:
Otra noche después, estando leyendo en un libro, hallé otro dicho de san Pablo, que me comenzó a consolar. Y recogida un poco, estaba pensando cuán presente había traído de antes a nuestro Señor, que tan verdaderamente me parecía ser Dios vivo. En esto pensando, me dijo y parecióme muy dentro de mí, como al lado del corazón, por visión intelectual: ‘Aquí estoy; sino que quiero que veas lo poco que puedes sin mí’. Luego me aseguré y se quitaron todos los miedos. (CC 44,3-4).
Aquí encontramos una experiencia de Presencia interior: muy dentro de mí, al lado del corazón, y lo que Teresa llama visión intelectual. No podemos ahora entretenernos a explicar esta terminología que a nosotros nos resulta extraña; Teresa tuvo, fundamentalmente visiones imaginarias intelectuales, es decir, más o menos relacionadas con la imaginación, una especie de visualización pero imaginativa.
Las intelectuales son las más profundas; son las experiencias de una Presencia certera de Dios, en las que ni se oye ni se ve nada, a pesar de las palabras que ella dice: díjome Dios… pero evidentemente, Teresa nunca oyó nada con los ojos del cuerpo. Las palabras que ella utiliza son la traducción de una experiencia interior.
Lo interesante es que nos encontramos con una experiencia de interiorización, Dios dentro de mí, y con algo que va a ser fundamental en su experiencia de Dios: que esta experiencia va a traducirse en efectos positivos en su vida: Luego me aseguré y se quitaron todos los miedos. Las soluciones divinas que tienen derecho a adhesiones encuentran su etiqueta de garantía en los efectos que producen, son liberadoras de miedos. Como ocurre en las experiencias de aparición que encontramos en los evangelios; al fin y al cabo es lo mismo.
C)      Nosotros “dentro de Dios” (pan-en-teísmo)
Un tercer momento de estas “experiencia de Presencia” de Teresa es lo que vamos a llamar el pan-en-teismo, es decir nosotros “dentro de Dios”. Es un tercer momento clave que marca también una transición en su vida. Los textos corresponden a varios años.
El primero a 1571, es una audición divina pero, repito, no se trata de algo que Teresa escuche con los ojos del cuerpo, sino traducciones a palabras de esas experiencias; en este caso es esa primera experiencia de sentirnos, experimentarnos dentro de Dios. El segundo texto corresponde a los años 1575-76 y la tercera cita es quizás la que mejor expresa esta experiencia.
No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino de encerrarte tú en Mí. (CC 15,3).
Como cuando en una esponja se incorpora y embebe el agua. Así me parecía mi alma que se henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí.  (CC 15,2).
Estando un día en oración, sentí estar el alma tan dentro de Dios, que no parecía había mundo, sino embebida en él. (CC 47).
El alma en el místico es una metáfora, que remite a la persona en su totalidad. Es la persona la que está “dentro de Dios”. Que no parecía había mundo, sino embebida en él; esto es una experiencia de pan-en-teísmo. En las sextas moradas, capítulo 10.2, aparece desarrollada esta experiencia de pan-en-teísmo, nosotros, los seres humanos, el mundo entero está “dentro de Dios”.
Esta experiencia es muy común en los místicos cristianos. El poeta alemán Hölderlin solía decir, con una imagen que a mi juicio recoge muy bien esta idea, que “Dios creó el mundo como el mar crea la playa: retirándose”, porque el mundo sigue siendo un espacio de Dios. El místico es aquel al que, en un momento determinado de su vida, se le han caído las cataratas, las escamas, y ha comenzado a percibir que no hay dos mundos, éste ya es el mundo de Dios. Se podría leer la cita que acabo de decir, de la cual recojo algunas frases claves: Y vese muy claro que vivimos ya en el mundo de Dios. Y, por si no quedase bien precisado, añade inmediatamente: Digo que estamos ya dentro en Él.
Estas serían las tres “experiencias de Presencia” que recorren la vida de Teresa: “Dios a nuestro lado”, “Dios dentro de nosotros” y “Nosotros dentro de Dios”, que marcan un proceso paulatino del desvelamiento de la Presencia de Dios en su vida.
Junto a estas “experiencias de Presencia”, hay que hablar de “experiencias liberadoras”. Yo creo que este segundo momento es fundamental en el caso de Teresa; es decir, Dios es Presencia, pero Presencia liberadora.

2.2.        Las experiencias “liberadoras”…
Hay dos experiencias fundamentales, una que supone la liberación “frente a uno mismo”. Los místicos dirán que es la más difícil siempre; no hay peor ladrón que uno mismo, el “ego”, el “yo” protagonista.
Y la segunda la liberación “frente a los demás”, que nunca es ninguna forma de invaloración de los demás seres humanos. En Teresa es “no estar atado a nada”.
Luego veremos también una “experiencia de vínculo divino”, que es, precisamente la clave de todo y que, además tiene una línea positiva. Al terminar veremos de una manera más clara todo el proceso, porque nos ayudará a comprender que, en la experiencia de los grandes místicos –en san Juan de la Cruz, por ejemplo, es idéntico- la clave de todo  no es nunca la ascesis, ni el trabajo, ni el esfuerzo, sino que es puramente positiva, es decir, haber encontrado una emoción positiva más poderosa, un amor más grande; ésa va a ser la verdadera experiencia liberadora. Lo vamos a ver en los textos.
A)       Liberación “frente a uno mismo”
Nos encontramos en el año 1554, en el monasterio de la Encarnación, en Ávila. Siempre se ha dicho que esta fecha supuso un cambio radical en la vida de Teresa, que marca, de alguna forma, un antes y un después. En ese momento, Teresa está luchando con su experiencia mística, porque la mayoría con los que dialoga, le dicen que es del demonio. Entonces se encuentra allí con un jovencísimo jesuita, Diego de Cecina, de 24 años, que acaba de terminar los estudios en Salamanca y que le dice a Teresa, lo que ella narra en el Libro de la vida, 23, 16: Me afirmó que era espíritu de Dios, conocidamente. Lo que hizo entonces santa Teresa fue seguir el consejo de este jesuita y olvidarse de todos los demás. Y no tenía ningún inconveniente en quedarse con aquellos que estaban evidentemente de su lado y de su experiencia de Dios.
El texto siguiente es uno de los más conocidos y significativos. Hay que tener en cuenta que la clave del texto es una “experiencia de Presencia cristológica”, como lo son todas en santa Teresa.
Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota, que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle…
Mas esta postrera vez de esta imagen que digo me parece me aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios.
 Aquí comienza el proceso liberador del ego, el yo protagonista. Vemos que la liberación es ante todo de carácter positivo: poner la confianza en una realidad más grande nos libera de nosotros mismos.
Paréceme le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo, cierto, me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces…
Aquí siempre va a estar la clave para Teresa. Lo de menos es la experiencia que tiene de Cristo, lo importante son los frutos que da: de allí en adelante su vida comenzó a cambiar, eso es lo que importa, lo demás carece de importancia.
Como comencé a leer las Confesiones -de san Agustín- paréceme me veía yo allí; comencé a encomendarme mucho a este glorioso santo. Cuando llegué a su conversión y leía cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón; -Vemos la gran capacidad que tiene Teresa para empatizar; ella se descubre retratada en esa misma historia- estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas y entre mí misma con gran aflicción y fatiga. ¡Oh, qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señora, y qué de tormentos padece! Yo me admiro ahora cómo podía vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado, que me dio vida para salir de muerte tan mortal. (V 9,1-3).
La clave de este texto es “desconfiada de mí”; por primera vez comienza a liberarse de sí misma. Si recuerdan, a partir del capítulo 11 del Libro de la Vida Teresa nos va a contar la alegoría del huerto, cuatro formas de regar un huerto, que responden a cuatro formas de orar y que en realidad son las cuatro etapas de la vida humana. Cuando, después de este largo excursus, retoma el hilo biográfico en torno al capítulo 23, veremos que comienza con la experiencia que está contando en el capítulo 9 porque, en el punto 1 del capítulo 23 encontra la misma expresión cuando Teresa dice: Sea Dios alabado que me libró de mí. Es la libertad primera que va a experimentar Teresa.
Hay un texto muy gracioso porque Teresa, cuando está hablando, tiene siempre un lenguaje muy desenfadado y coloquial, familiar casi. En Camino de Perfección -una obra que escribe Teresa y que tiene como destinatarias privilegiadas a sus compañeras carmelitas del convento de san José, de Ávila, la primera fundación- les dirá Teresa:
Creeis, hijas, que porque estáis aquí ya enterradas en el convento, que tenéis todo hecho… no lo creáis, que es como el que cierra las puertas de casa y se deja al ladrón metido dentro. Quedamos nosotras, que es el peor ladrón que hay.
Lo que le preocupa a Teresa en un primer momento, es “liberarse de uno mismo”. Es un elemento clave; lberarse de lo que podríamos llamar el “ego protagonista”. En “Moradas”, cuando aparece también el momento de conversión clave en la vida de Teresa, lo expresa a través de la imagen del gusano de seda que se transforma en mariposa, y dice: muera ese gusano. Tiene que morir el gusano que es el “yo protagonista”, para que nazca la mariposa, es decir, para experimentar la verdadera libertad; ahí es donde se va a dar la verdadera conversión.
De hecho, podríamos decir que, en el caso de Teresa, estas “experiencias de Presencia” son también “experiencias de conversión”. Ahora bien, la conversión no va a ser nunca de tipo moral, sino de tipo teológico. Es decir, no es que Teresa se acueste un día llena de defectos y de problemas y al día siguiente se levante hecha una santa; hay una conversión en el sentido de que Cristo se va a convertir en el centro de su vida. Quizás el contexto está muy bien reflejado en el caso de san Pablo, porque hay muchos paralelismos entre ambos. San Pablo habla de morir a la ley, morir al hombre viejo para que nazca el hombre nuevo; es, de algún modo, la misma idea de Teresa; lo que tiene que morir es el “yo farisaico”, el “yo religiosamente autosuficiente”.  Vivo yo, pero no vivo yo, es Cristo quien vive en mí, dice san Pablo y esto es lo que experimenta Teresa; en la medida en que se experimenta habitada por esta nueva realidad comienza a liberarse de sí misma. En esa fuerza nueva que la habita es donde está la razón de todo cambio, de toda conversión. San Pablo, después de la experiencia que nos cuenta en Gálatas, sigue con su mal genio, sigue igual… riñe con todos, con Bernabé, con Marcos, llegó a separarse de todos…
La verdadera conversión es la experiencia de saberse habitado por Dios, y a partir de ahí eso tendrá también una repercusión de tipo ético; va a suponer un cambio, poco a poco, en la vida del ser humano. En el caso de Teresa nos encontramos con lo mismo; se trata, por tanto, de una conversión de tipo teológico, pero que al final tendrá unos efectos éticos, un cambio de vida.
B)       Liberación “frente a los demás”
Para ser más precisos, no es en realidad la liberación “frente a los demás”, sino “frente a todo apego ante los demás”. Nos apegamos a los demás, la vida humana es relación, pero también necesitamos liberarnos de todo apego a los otros. Esto lo va a experimentar también Teresa.
Nos encontramos en el año 1563; ella tiene 48 años y está en la nueva Fundación de san José de Ávila. San Juan de la Cruz acaba de entrar de carmelita en Medina del Campo. En este momento aparece esta cita muy poderosa, que recoge muy bien este aspecto de la liberación que experimenta Teresa, sobre todo frente al “apego los demás, a los que nos rodean”, en un momento determinado de la vida. Quizás no es un texto muy conocido pero  sí muy gráfico, sobre todo por el lenguaje que utiliza; corresponde a Cuentas de conciencia, su diario íntimo.
Hasta ahora parecíame había menester a ‘otros’
y tenía más ‘confianza’ en ayudas del mundo;
- ahora entiendo claro ser ‘todos unos palillos de romero seco’
y que ‘asiéndose a ellos no hay seguridad’,
que en habiendo algún peso de contradicciones o murmuraciones, se quiebran.
Y así ‘tengo experiencia’ que el verdadero remedio para no caer
- es ‘asirnos a la cruz y confiar en El’ que en ella se puso.
La cruz, Cristo como el referente al que asirse de verdad para encontrar la verdadera libertad. A continuación viene una definición de esa cruz y de su experiencia cristológica.
Hállole ‘amigo verdadero’
y hállome con esto con ‘un señorío’ que me parece podría
resistir a todo el mundo que fuese contra mí,
 con no me faltar Dios. (CC 3,1).
Es un texto muy significativo. Aparentemente uno podría pensar que hay una visión antropológica negativa, por la imagen que utiliza aquí Teresa: veo que son todos unos palillos de romero seco. La imagen tiene mucha fuerza. Evidentemente cuando está hablando de los seres humanos con esa imagen, ella misma es la primera que se incluye ahí. Es decir, es el reconocimiento, caer en la cuenta en un momento determinado de la vida, de la radical debilidad que hay en el ser humano; y que, si queremos apoyarnos ahí para crecer o madurar, hay algo que siempre va a fallar. Por eso Teresa hace una transición: Y así tengo experiencia… -la transición se hace desde la experiencia, desde lo divino- que el verdadero remedio para no caer es asirnos a la cruz. Por tanto, entre los palillos de romero seco –que somos todos, incluida santa Teresa- ella va a poner el único palo que da seguridad: el palo de la cruz. De nuevo va a ser el “asirse a Cristo” lo que va a darle seguridad en su vida,  y lo que va a liberarle también de ese “apego a los demás”.
En este texto tenemos reflejada una nueva transición, una nueva experiencia liberadora. Si se dan cuenta, en todos los textos el referente cristológico es clave, una y otra vez va a estar presente.
En las “experiencias de Presencia”, en las “experiencias liberadoras frente a uno mismo”, y en las “experiencias liberadoras frente a cualquier atadura o apego a los demás”, el encuentro con Cristo siempre va a ser una fuerza positiva liberadora. La fuerza que da la cruz frente a las contradicciones de la vida, las veleidades del ser humano. Aquí también podríamos recordar lo que dice san Pablo: Cuando soy débil entonces soy fuerte, porque soy capaz de agarrarme a una realidad más poderosa que yo mismo. Evidentemente es el encuentro con Cristo en el caso de san Pablo, el encuentro con el crucificado, aquí como está hablando santa Teresa: Hállole amigo verdadero. La palabra que recorre siempre los escritos teresianos y la experiencia mística orante es la palabra amistad; la amistad es la clave para entender su relación con Dios, pero también las relaciones humanas; Teresa cultivó las amistades humanas como pocas en su vida.
Lo que quiero poner de manifiesto es cómo ese encuentro con Cristo siempre tiene efectos positivos: y hállome con esto con un señorío –señorío equivale a libertad-; es decir, hay vínculos que nos liberan, y hay vínculos que nos atan. En el caso de Teresa, el vínculo con Cristo tiene una fuerza liberadora.
2.3.       Experiencias de vínculo divino…
El texto siguiente no es muy conocido en el caso de santa Teresa, pero tiene un enorme poder y fuerza. En último término, para el caso de Teresa y para la experiencia que ella hizo de Dios, la clave de todo no va a estar nunca, como decíamos antes, en el esfuerzo, la ascesis, la renuncia… La clave va a ser encontrar un vínculo positivo más poderoso; es una emoción positiva más poderosa la única fuerza liberadora en su vida, y no la ascesis o la mera renuncia. Sin embargo, probablemente esas etapas de la vida de ascesis o de renuncia son necesarias también para que nos pase un poco como a san Pablo, para caer en la cuenta existencialmente de que no podíamos cambiar nuestra vida nosotros mismos, con nuestras fuerzas.
Eso es lo que vamos a encontrar en este texto que está tomado de las Exclamaciones, una obra muy cercana, llena de emotividad, de afectividad en la que Teresa está, de algún modo, desnudando su propia interioridad ante el lector. No son tan conocidas como las otras obras de referencia, Vida, Moradas o Camino; sin embargo, nos encontramos con textos que tienen mucha fuerza; en mi opinión uno de los más poderosos es éste, porque en él se recoge sobre todo la idea del vínculo divino, pero también la necesidad de morir al “yo”, al “ego protagonista”. Es un poco largo, pero merece la pena leerlo con atención.
Muera ya este yo,
y viva en mí otro que es más que yo,
y para mí mejor que yo,
para que yo le pueda servir;
él viva y me dé vida;
él reine y sea yo su cautiva,
 que no quiere mi alma otra libertad.
¿Cómo será libre el que del Sumo estuviere ajeno?;
¿qué mayor ni más miserable cautiverio
que estar el alma suelta de la mano de su Criador?
¡Dichosos los que con ‘fuertes grillos y cadenas’
de los beneficios de la misericordia de Dios se vieren presos
e inhabilitados para ser poderosos para soltarse!
‘Fuerte es como la muerte el amor y duro como el infierno’ (Cant 8, 6) […]
‘¡Oh libre albedrío tan esclavo de tu libertad’,
si no vives ¡enclavado’  con el ‘temor y amor’ de quien te crio!
¡Oh, cuándo será aquel dichoso día que te has de ver
‘ahogado en aquel mar infinito de la suma Verdad’,
donde ya no serás libre para pecar, ni lo querrás ser,
porque estarás seguro de toda miseria, ‘naturalizado’ con la vida de tu Dios! […]
No tiene [Dios], ni puede tener, ni fuera perfección de Dios poder tener libertad
para olvidarse de sí y dejar[se] de amar;
entonces, alma mía, entrarás en tu descanso,
cuando te ‘entrañares’ con este Sumo Bien. (E 17, 3-5).
Teresa no emplea un lenguaje especulativo; sus palabras tienen una fuerza especial.  El texto es tan llamativo y tiene tanta fuerza que probablemente si lo analizáramos parte por parte nos daría para hablar muchas horas. El texto presenta ese deseo impetuoso que tanto caracterizaba a santa Teresa, por liberarse del “ego narcisista”, el “yo protagonista”. Y para ello Teresa no encuentra ninguna experiencia más poderosa que el vínculo divino, incluso dirá que la única cautividad que no esclaviza al ser humano es ésta.
Podríamos aquí recordar, quizás para comprender esta idea teresiana, la parábola del hijo pródigo. Cuando éste se aleja de la casa del padre, se encuentra únicamente con la depravación y la pérdida de su verdadera libertad. Es en la vuelta, y al renovar el vínculo con el padre, donde va a recuperar la libertad y también su dignidad como ser humano.
Esto mismo está presente en el texto teresiano cuando ella dice: no hay mayor cautiverio que soltarse el alma de la mano de su criador. Como le pasó al hijo pródigo cuando se marchó de casa. A mí me gusta recordar muchas veces, para expresar esta idea, la imagen de la cometa. Una cometa puede volar porque está vinculada a un hilo; si no existiera el hilo la cometa no podría volar, no sería libre… Para los místicos, la experiencia de Dios es lo mismo: hay un vínculo que tiene el poder de devolvernos la verdadera libertad y de ayudarnos a encontrarla. Así como hay adicciones que nos roban la libertad –la droga, el alcohol, que terminan por hacernos daño- hay adicciones positivas, un vínculo mucho más poderoso, que es al que se refiere Teresa.
Toda la cita que hemos visto es de antología, llena de paradojas: cautiva para ser libre… expresiones antitéticas: muera y viva… imágenes de una enorme plasticidad: fuertes grillos y cadenas…ahogada en aquel mar infinito…  Ahora bien, sin duda la paradoja se encuentra en la exclamación: Oh libre albedrío, tan esclavo de tu libertad; dicha esclavitud queda cancelada inmediatamente por la oración condicional que sigue en el texto teresiano, la enumeración de toda una serie de anclas que no solo no anulan la libertad humana, sino que la potencian: si no vives enclavado con el temor y amor de quien te crio. La palabra “enclavado” es muy gráfica, enclavado en el amor de Dios… Hay que fijarse en todas las expresiones que siguen para poner de manifiesto esta idea: enclavado en el amor, ahogado en la suma bondad, naturalizado con la vida de Dios, entrañado en este Sumo bien. “Entrañado” es una palabra muy significativa en los místicos.
Más aún, la libertad de Dios, al decir de Teresa, está limitada, ella se permite decir, ensalzada, por su propia naturaleza que es el amor. La expresión teresiana no podía ser más contundente cuando dice: No tiene Dios, ni puede tener, ni fue la perfección de Dios poder tener libertad para dejar de amar.
De alguna forma, en este texto teresiano -uno de los más poderosos y audaces de Teresa- encontramos el reflejo de, lo que podríamos decir, la naturaleza de Dios. Si Dios en su naturaleza es amor, no solo es amor en su Presencia última, sino que es amor derramándose siempre; nunca puede dejar de amar; “no es libre para dejar de amar”, Es otra expresión que nos remite a la imagen que Teresa tiene de Dios.
Hemos visto las “experiencias de Presencia”, las “experiencias de liberación” y, finalmente la clave de todo, que siempre es positiva: encontrar un vínculo más poderoso, que en realidad es la fuente de libertad más fuerte y poderosa en el caso de Teresa.
Esta última “experiencia de vínculo” encuentra su reflejo, quizás más acabado, en lo que nos cuenta Teresa en torno al año 1572, cuando ella está de priora en el Monasterio de la Encarnación de Ávila y su confesor es S. Juan de la Cruz. El texto es de las Cuentas de Conciencia nº 25, donde aparece esta experiencia última de Teresa que es como la fuente liberadora más poderosa: la “experiencia del Matrimonio Místico”, el matrimonio espiritual que, como todos sabemos, es una imagen que tiene su fuente bíblica en “El Cantar de los Cantares”.
Estando comulgando partió la forma el Padre Fray Juan de la Cruz –que me daba el Santísimo Sacramento- para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico).  Díjome su Majestad: ‘No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de mí’; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y diome su mano derecha -evidentemente dar la mano derecha es la escena del matrimonio- y díjome: ‘Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy, hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no solo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es tuya y la tuya es mía.’ (CC nº 25)
Podríamos decir que esta experiencia es el cúlmen del “vínculo de Teresa con Dios” y que va a ser la experiencia liberadora más profunda de su existencia. Nosotros hoy utilizamos, porque pertenece a la tradición mística, una imagen nupcial del matrimonio místico, o espiritual, pero yo prefiero hablar hoy de “experiencia de comunión, de vínculo, de link, de enlace…”, que quizás es una imagen que tiene más poder en nuestra sociedad que la misma del matrimonio.
He dicho muchas veces que las experiencias cristológicas que tiene Teresa tienen un formato determinado, propio de la época, es un relato de visiones… pero, evidentemente, nunca ve nada con los ojos del cuerpo; santa Teresa, a lo largo de sus obras muchas veces habla también de “audiciones divinas”… pero curiosamente tampoco oye nada con los oídos del cuerpo. Con esto quiero decir que, en las experencias que Teresa hace de la Presencia de Dios, lo importante no es el formato que aparece, visiones o audiciones; para ella lo verdaderamente relevante va a ser los frutos que dan y los efectos que producen. Podríamos decir además, que va en una línea muy bíblica; en el biblicismo que todos tenemos presente en nuestra mente, “ver a Jesús” no equivale a una visión física; recuerden como comienza la primera carta de Juan: “Lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que hemos tocado…” y, sin embargo, todos sabemos que el autor de esta carta de Juan no conoció al Jesús histórico. Está hablando de una visión que es “experiencia de Presencia”. En esta línea hay que situar siempre todas las experiencias que nos cuenta Teresa.

3.      Sobre “visiones” y “audiciones” teresianas
Muchas veces tenemos la visión de Teresa relacionada con visiones, audiciones, experiencias extraordinarias, transverberaciones… Probablemente quien más ha recogido esto ha sido Bernini en la famosa escultura de la Transverberación de santa Teresa”. Por eso yo creo que cuando nos preguntamos si Teresa oyó o vio algo, es una pregunta impertinente, que no viene a cuento, porque lo realmente importante para Teresa será que esas experiencias van a transformar su vida y su existencia.
El texto siguiente, tomado del libro de las Moradas, se sitúa en el año 1577. Cuando escribe esta obra, Teresa está en el culmen de su experiencia de Dios y, además, en un momento de su vida en el que no tiene experiencias extraordinarias de ningún tipo; todo es paz y tranquilidad. Es un texto que nos ayuda desde dentro, es decir, es el propio místico el que dice que las experiencias extraordinarias no es lo importante; lo que importa son los frutos que den; además, recoge muy bien esta idea y nos puede ayudar a poner en su lugar adecuado estas experiencias más o menos extraordinarias de los místicos.
Pues tornando a lo que decía de las hablas con el ánima, de todas las maneras que he dicho, pueden ser de Dios y también del demonio y de la propia imaginación. Diré, si acertare, con el favor del Señor, las señales que hay en estas diferencias y cuándo serán estas hablas peligrosas; porque hay muchas almas que las entienden entre gente de oración; y querría, hermanas, que no penséis hacéis mal en no las dar crédito ni tampoco en dársele cuando son solamente para vosotras mismas, de regalo o aviso de faltas vuestras, dígalas quien las dijere, o sea antojo, que poco va en ello. De una cosa os aviso: que no penséis, aunque sean de Dios, que seréis por eso mejores, que harto habló a los fariseos, y todo el bien está cómo se aprovechan de estas palabras, y ninguna que no vaya muy conforme a la Escritura hagáis más caso de ellas que si las oyeseis al mismo Demonio. (6M 3,4).

4.      Concluyendo… “¿Solo Dios basta?”…
Quiero terminar haciendo referencia a este poema tan conocido de santa Teresa: Solo Dios basta, para ver si esto es así… Yo creo que no, aunque sea contradecir a Teresa. No basta solo Dios para crecer, madurar y para hacer la aventura de la vida; la misma Teresa se ocupa de ponerlo de manifiesto una y otra vez. ¿Acaso no necesitamos todos a los demás en la vida para crecer? ¿No es una gran adquisición también de nuestro tiempo que las experiencias de austeridad son las que nos ayudan a madurar y a crecer? A ello referencia Teresa muchas veces a lo largo de sus obras.
En el caso de Teresa creo que ella necesitó a los demás; a lo largo del Libro de la Vida, por ejemplo, hay un continuo diálogo de Teresa con los libros –fue una lectora empedernida desde siempre- y con los teólogos de su tiempo -confesores y letrados- dice ella. Ese diálogo con los demás y con los libros nos está hablando de esa necesidad de los otros. Ahí tendríamos un primer elemento para caer en la cuenta de que solo Dios no basta, necesitamos a los demás.
Incluso se podría fundamentar hasta bíblicamente. En la escena de Getsemaní, por ejemplo, Jesús se sintió en un momento “desesperado”; no hay más que recordar las expresiones que han recogido los evangelios: Mi alma está triste hasta la muerte… Y por primera vez en esa escena “Jesús no quiso estar a solas con Dios, y buscó a sus amigos”, como ha puesto de manifiesto Moltmann en su estudio sobre la cristología de Jesús. Hasta Jesús necesitó a los demás; Dios no era suficiente.
Hay momentos en la vida en los que necesitamos siempre a los demás. En Teresa nos encontramos siempre con lo mismo; a lo largo de su vida buscó continuamente a los otros, necesitó a los demás para madurar y para crecer. Por eso, frente a los versos teresianos que todos recordamos: Nada te turbe / nada te espante / Todo se pasa / Dios no se muda / la paciencia todo lo alcanza / Quien a Dios tiene nada le falta / Solo Dios basta, parece legítimo reconocer que no basta el vínculo divino, como tampoco le bastó a Jesús, que necesitó a sus amigos…
Igual que no basta amar a Dios solo; lo sabemos por la primera carta de Juan  y también lo  sabía muy bien santa Teresa quien en Las Moradas dice:
Porque si amamos a Dios no se puede saber nunca con certeza, aunque hay indicios grandes para saberlo. Mas el amor al prójimo sí.
Por tanto, si la etiqueta de garahntía del amor a Dios es el amor al prójimo, significa que todos necesitamos también a los demás para crecer y madurar. Y no solo eso; junto a esa experiencia de alteridad, en Teresa aparece algo a lo que hemos hecho referencia una y otra vez. Para saber si una experiencia de Dios es verdadera no hay mejor “denominación de origen”, utilizando la terminología de los vinos, que estar atentos a las necesidades de los demás, a las necesidades del prójimo, a los sufrimientos de los otros. Fïjense cómo se expresa Teresa en otra de sus obras menores: Meditación de los Cantares:
Yo lo mido con advertencia en algunas personas, que muchas no las hay por nuestros pecados. Que mientras más adelante están en la oración y regalos de Dios, más acuden a las necesidades de los prójimos.
Quien más adelante está en el encuentro con Dios, más atento está a las necesidades del prójimo.
Ya para terminar, recordemos ya para terminar una cita teresiana muy repetida aunque no siempre muy bien interpretada, que aparece en el Libro de la Vida: Amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos.
La clave de esta cita es la finalidad a que está encaminada dicha amistad con Dios, es decir, ayudar a los demás débiles. Para el místico, la amistad con Dios – ser amigos fuertes de Dios- no es un salvavidas para mantenerse estoicamente frente a las tormentas y problemas de la vida. Casi siempre se olvida esta segunda parte de la cita teresiana, y se olvida que la mística teresiana, como toda mística verdadera, se autentifica en la esfera de la ética y más concretamente en la ética de las necesidades de los demás, en la capacidad para estar atentos a los más débiles o a los más “flacos”, como dice santa Teresa.

Muchas gracias