Prof. Juan Antonio
Marcos, ocd
Aula
de Teología. Santander
24 de Febrero de 2015
INTRODUCCIÓN
Muchas
gracias por la invitación y también a vds. por su presencia aquí esta tarde.
Tengan presentes los textos porque vamos a volver una y otra vez sobre ellos.
Yo creo que es la clave para acercarse a Teresa de Jesús. Yo cada día estoy más
convencido de que el acercamiento a santa Teresa ha sido siempre desde
distintos puntos de vista, el lenguaje, la experiencia mística, la biografía,
aspectos históricos y, con el paso de los años uno se da cuenta de que lo más
fascinante de Teresa son sus textos, sobre los que tenemos que volver una y
otra vez; visitarnos y dejarnos visitar. Teresa es un clásico de la literatura
en español, pero también un clásico de la mística y sabemos que los clásicos
nunca pasan de moda; sobre ellos tenemos que volver para volver a aprender.
Además,
probablemente de santa Teresa lo mejor
que tenemos son sus textos. En este sentido, saborear sus propias palabras
siempre va a tener un encanto y una fuerza especiales.
La
charla que voy a presentar ahora va a circular en torno a una palabra clave: Presencia. Todo es original, la
experiencia, el lenguaje de Dios en santa Teresa, pero la experiencia de Dios
en Teresa es siempre una experiencia de Presencia. Un gran conocedor del
fenómeno místico, investigador en el ámbito español, insiste una y otra vez en
esto: si hay una palabra mágica para hablar de los místicos, esa palabra es la
Presencia. Y yo creo que esa palabra es también la que recorre todas las obras
de santa Teresa; es la que vamos a utilizar, de algún modo, como el leif motiv, como hilo conductor de esta
pequeña presentación de su experiencia de Dios.
Vamos
a ver en un primer momento un “marco previo” para recordar la relevancia que en
Teresa tiene la palabra experiencia. Al fin y al cabo, si en algo se apoyan los
místicos, siempre es en la experiencia como punto de partida de su vivencia de
Dios y de su percepción de lo divino.
Luego
pasaremos a recorrer lo que podemos llamar “psicobiografía de la experiencia de
Dios en Teresa”; de las distintas experiencias de la Presencia de Dios que ella
experimentó a lo largo de su vida. Creo que son relevantes porque nos ayudan a
comprender hoy también nuestra propia experiencia de la Presencia de Dios.
1. Marco previo: Dios nace en el “yo-hoy-aquí” de cada persona
Yo creo que, en el caso de Teresa y de
los grandes místicos, Dios siempre nace en el yo, en el aquí y en el ahora de
la experiencia personal del individuo. Si hay algo que está valorado en el caso
de Teresa –yo diría especialmente valorado- es el tema de la experiencia. Por
eso, cuando nos acercamos a sus escritos, nos vamos a encontrar una y otra vez
con textos y expresiones frecuentes, que nos hablan siempre de esa realidad y
esa “autoridad” que tiene la experiencia.
La fuente más importante, más poderosa
para hablar de Dios, en Teresa va a ser siempre: Lo dijo por experiencia. Lo
que yo he vivido, lo que yo he experimentado, lo que yo he sentido.
El siguiente texto está tomado de Camino de Perfección, donde nos vamos a percatar inmediatamente de
la relevancia que tiene siempre la experiencia en su percepción de Dios y de lo
divino.
No
diré cosa que en mi o en otras no la tenga vista por experiencia o dada en oración
a entender por el Señor. Buen medio es para tener a Dios, tratar con sus
amigos, siempre se saca gran ganancia. Yo lo sé por experiencia.
Yo sé mucho de esto por experiencia
y así os lo sabré decir, aunque yo tan bien como quisiera.
Son
algunas de las expresiones recurrentes de su discurso, que nos sitúan siempre
en esa línea; de tal manera que, podríamos decir, en Teresa experimentar, ver,
saber –en el sentido etimológico de la palabra, saborear- remiten siempre a
esta realidad ee lo vivido, experimentado, más allá de lo pensado.
Otro
de los textos donde esto se percibe, es del Libro
de la Vida, capítulo 22. Este libro lo escribe Teresa cuando tiene en torno
a 50 años, en 1565. A quien se dirige es al censor, el Padre García de Toledo,
teólogo dominico; se supone que santa Teresa era la discípula y curiosamente, a
medida que va avanzando la lectura del Libro
de la Vida, la autobiografía, el teólogo y maestro va convirtiéndose en
discípulo y Teresa se va convirtiendo en la verdadera maestra. Se percibe en el
trato que tiene en el diálogo continuo que tiene con él a lo largo de esta
obra. Mediado el libro, concretamente en el capítulo 22, Teresa se expresa así,
dirigiéndose al censor:
Así que vuestra merced, hasta que
halle quien tenga más experiencia que yo y lo sepan mejor, estése en lo que yo
le digo.
Son
algunos ejemplos, entre los muchos que se pueden traer a cuento para poner de
relieve el valor y la experiencia en el caso de los místicos. Recuerdo ahora
otro, de Camino de Pefección, donde
dice Teresa: Esto lo sé yo por
experiencia. Es otro negocio que solo haberlo pensado.
He
estado poniendo aquí una teología experiencial, vivida, frente a una teología
más especulativa, solo pensada. Y ése va a ser siempre su argumento más
poderoso. Es la experiencia subjetiva del yo, de lo vivido aquí y ahora lo que
lleva a Teresa a escribir, dirigiéndose a sus primeras lectoras, a sus
compañeras carmelitas, el siguiente texto:
No ha menester alas para ir a buscar
a Dios, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan
buen huésped.
Aquí
tenemos una palabra clave de Teresa:
Dios convertido en huésped del ser humano, en huésped del alma. De ese huésped,
de su omnipresencia en la vida y en sus escritos, es de lo que vamos a tratar
ahora, porque la mística no es “pensar a Dios”; para el místico Dios no es una
idea, sino que es mucho más, Dios es la realidad infinita que lo envuelve todo
y en la que nos sabemos envueltos, de alguna forma.
2.
Psicobiografía teresiana y
las experiencias de presencia
Haremos ahora un recorrido por la psicobiografía de
teresa, cayendo en la cuenta de la relevancia que tiene precisamente esa
experiencia de Presencia. Para ello me voy a apoyar en una fórmula que
apareció, en torno a los años 60, de un profesor de filosofía de la religión,
que consagró la fórmula: “experiencias de desvelamiento”. Son aquellas experiencias que hacen los místicos a través de las
cuales, en un momento determinado, hay un “desvelamiento”, se corre el velo, y
comienzan a percibir todo de una forma nueva.
Lo interesante de estas “experiencias de desvelamiento” es que la realidad no cambia, Dios no
cambia, el mundo, la creación, no cambian… lo que cambia es la percepción de la
realidad. Yo creo que, en Teresa, las distintas experiencias que tiene de la
Presencia de Dios son ante todo, “experiencias de desvelamiento”. Dios estaba aquí y yo no lo sabía… dice
Jacob, en el capítulo 28 del libro del Génesis. Son experiencias en las que se descorre la cortina y comenzamos a
ver la realidad de una forma nueva.
Probablemente quien menor ha definido este tipo de
experiencias es San Juan de la Cruz. En la última gran obra que escribió, Llama de amor viva, tiene una metáfora
muy afortunada para darnos a entender qué son esas “experiencias de
desvelamiento” que tienen los místicos. Dice así: Así como el sol está madrugando y dando en tu casa para entrar si
destapas el agujero, así Dios entrará en tu alma vacía y la llenará de bienes
divinos.
Esta imagen nos está recordando que Dios es como el
sol, que siempre ha estado ahí. San Juan de la Cruz, al comentar esto, dice que
a veces podemos tener la sensación de que nuestra vida está llena de oscuridad
o de frío, pero la culpa no es del sol; Dios como el sol, está iluminando,
dando luz y calor. En un momento determinado de nuestra vida, abrimos la
ventana… -eso son las “experiencias de desvelamiento”- y nos percatamos de que
Dios, como el sol, siempre ha estado acompañándonos, dándonos luz y calor. Si
por nuestra parte no percibimos eso, la culpa nunca es de Dios.
El místico es el que, de alguna forma, poco a poco se
ha ido abriendo a esa realidad, se ha percatado de ella y ha comenzado a
cambiar su percepción de lo divino y de Dios.
Vamos a ver en primer lugar las “experiencias de
Presencia”, luego las “experiencias liberadoras” en el caso de Teresa y en
tercer lugar las “experiencias de vínculo”, que va a ser de algún modo la clave
positiva de esa experiencia de Dios.
2.1. Las
experiencias de Presencia…
En la vida de Teresa podríamos decir que hay tres
formas distintas de experimentar la presencia de Dios. En un primer momento experimenta a Dios “a
nuestro lado”; Dios como compañero de camino. En un segundo momento experimenta
que Dios está “dentro de nosotros”, experiencia de interiorización. Y en un
tercer momento, experimenta que nosotros estamos “dentro de Dios”. Pan-en-teísmo, todo está en Dios, el
mundo, la creación…
Lo que pretendo, a la hora de comentar los textos de
Teresa, es que veamos que estas experiencias son siempre de “desvelamiento”; no
es que cambie Dios, sino mi visión de Dios, lo que cambia es siempre mi
percepción de lo divino. La siguiente cita es una de las más conocidas de
experiencia de Presencia y de Palabra de Teresa. El año 1559 había aparecido el
famoso Indice del inquisidor Valdés que prohibía la lectura de libros en
castellano, en romance, dice santa Teresa quien, en el capítulo 26 del Libro de la Vida lo comenta: Cuando se quitaron libros que se prohibieron
de leer en romance, en castellano, yo lo sentí mucho, porque me daba mucha
alegría leerlos. Evidentemente, al
quedar solo los escritos en latín, ella no podía leerlos porque no sabía latín.
Después de esa experiencia -momento que fue un poco
traumático en la vida de Teresa- en 1560 ella se encuentra en Avila en el
momento en que llega Fray Pedro de Alcántara, franciscano, un santo en vida,
que confirmará a Teresa en su experiencia. Muchos desconfiaban y le decían que
era cosa del demonio, no de Dios; tenemos que situarnos en las mentalidades del
siglo XVI. Después del encuentro con Fray Pedro de Alcántara, Teresa nos va a
contar la experiencia siguiente:
A)
Dios “a nuestro lado”
Estando un día del glorioso san Pedro en oración, vi cabe mí, o sentí —por
mejor decir— que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecíame estaba junto cabe mí Cristo y veía
ser él el que me hablaba, a mi parecer. Yo, como estaba ignorantísima de que
podía haber semejante visión, diome gran temor al principio y no hacía sino
llorar, aunque, en diciéndome una palabra sola de asegurarme, quedaba como
solía, quieta y con regalo y sin ningún temor. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y, como no era
visión imaginaria, no veía en qué forma; mas
estar siempre al lado derecho sentíalo muy claro, y que era testigo de
todo lo que yo hacía, y que ninguna vez que me recogiese un poco, o no
estuviese muy divertida –distraída- podía
ignorar que estaba cabe mí. (V 27,2).
Es una de las experiencias claves de Teresa. La idea
es siempre “Dios a mi lado”, y una certeza absoluta. Pero no ve nada; con los
ojos del cuerpo, Teresa nunca vio nada. Son experiencias intreriores, pero con
una certeza de una Presencia que para ella es incuestionable. Es muy importante
lo que dice en la primera línea, que nos ayuda a entender qué tipo de
experiencias son ésas: Estando un día del
glorioso san Pedro en oración, vi cabe mí… pero inmediatamente se corrige: o senti
-por mejor decir-.
Todas estas experiencias se sitúan en el ámbito del
sentimiento. En el siglo XVI, y en los escritos de Teresa, el verbo “sentir”
equivale a lo que hoy nosotros llamaríamos “experiencia”; experimentar y tener
la certeza de una Presencia. Esa experiencia se certifica por los efectos que
produce: paz, tranquilidad, certeza interior… ésta es la verdadera etiqueta de
garantía.
B)
Dios “dentro
de nosotros”
Un segundo momento de estas “experiencias de
Presencia” son experiencias de interiorización, que Teresa sintio también
varios momentos de su vida.
Vivimos
habitados por una Presencia. El siguiente texto es el de Cuentas de conciencia, una obrita que escribió Teresa, una especie
de diálogo íntimo, donde va contando sus experiencias más interiores y
profundas; Cuentas de conciencia es
como un “streap tease del alma”, porque Teresa “se desnuda” ante el lector y
contar lo que ha experimentado en los entresijos del alma. El texto es del año
1575; Teresa tiene en torno a 50 años de edad; en aquella época san Juan de la
Cruz había sido apresado por primera vez -todavía no fue a la cárcel- y Teresa
está pasando por un momento muy malo pues le han prohibido fundar. Está como “recluída”
en La Encarnación. Ahí es donde aparece este texto que es el que nos importa
ahora a nosotros:
Otra noche
después, estando leyendo en un libro, hallé otro dicho de san Pablo, que me comenzó
a consolar. Y recogida un poco, estaba pensando cuán presente había traído de
antes a nuestro Señor, que tan verdaderamente me parecía ser Dios vivo. En esto
pensando, me dijo y parecióme muy
dentro de mí, como al lado del corazón, por visión intelectual: ‘Aquí estoy; sino que quiero que veas lo poco que puedes sin
mí’. Luego me aseguré y se quitaron todos los miedos. (CC 44,3-4).
Aquí encontramos una experiencia de Presencia
interior: muy dentro de mí, al lado del
corazón, y lo que Teresa llama visión
intelectual. No podemos ahora entretenernos a explicar esta terminología
que a nosotros nos resulta extraña; Teresa tuvo, fundamentalmente visiones imaginarias intelectuales, es
decir, más o menos relacionadas con la imaginación, una especie de
visualización pero imaginativa.
Las intelectuales son las más profundas; son las
experiencias de una Presencia certera de Dios, en las que ni se oye ni se ve
nada, a pesar de las palabras que ella dice: díjome Dios… pero evidentemente, Teresa nunca oyó nada con los ojos
del cuerpo. Las palabras que ella utiliza son la traducción de una experiencia
interior.
Lo interesante es que nos encontramos con una
experiencia de interiorización, Dios
dentro de mí, y con algo que va a ser fundamental en su experiencia de
Dios: que esta experiencia va a traducirse en efectos positivos en su vida: Luego me aseguré y se quitaron todos los
miedos. Las soluciones divinas que tienen derecho a adhesiones encuentran
su etiqueta de garantía en los efectos que producen, son liberadoras de miedos.
Como ocurre en las experiencias de aparición que encontramos en los evangelios;
al fin y al cabo es lo mismo.
C)
Nosotros
“dentro de Dios” (pan-en-teísmo)
Un tercer momento de estas “experiencia de Presencia”
de Teresa es lo que vamos a llamar el pan-en-teismo,
es decir nosotros “dentro de Dios”. Es un tercer momento clave que marca
también una transición en su vida. Los textos corresponden a varios años.
El primero a 1571, es una audición divina pero,
repito, no se trata de algo que Teresa escuche con los ojos del cuerpo, sino
traducciones a palabras de esas experiencias; en este caso es esa primera
experiencia de sentirnos, experimentarnos dentro de Dios. El segundo texto
corresponde a los años 1575-76 y la tercera cita es quizás la que mejor expresa
esta experiencia.
No trabajes tú de tenerme a Mí encerrado en ti, sino
de encerrarte tú en Mí. (CC 15,3).
Como cuando
en una esponja se incorpora y embebe el agua. Así me parecía mi alma que se
henchía de aquella divinidad y por cierta manera gozaba en sí. (CC 15,2).
Estando un
día en oración, sentí estar el alma tan
dentro de Dios, que no parecía había mundo, sino embebida en él. (CC 47).
El alma en el místico es una metáfora, que remite a la
persona en su totalidad. Es la persona la que está “dentro de Dios”. Que no
parecía había mundo, sino embebida en él;
esto es una experiencia de pan-en-teísmo.
En las sextas moradas, capítulo 10.2,
aparece desarrollada esta experiencia de pan-en-teísmo,
nosotros, los seres humanos, el mundo entero está “dentro de Dios”.
Esta experiencia es muy común en los místicos cristianos.
El poeta alemán Hölderlin solía decir,
con una imagen que a mi juicio recoge muy bien esta idea, que “Dios creó el
mundo como el mar crea la playa: retirándose”, porque el mundo sigue siendo un
espacio de Dios. El místico es aquel al que, en un momento determinado de su
vida, se le han caído las cataratas, las escamas, y ha comenzado a percibir que
no hay dos mundos, éste ya es el mundo de Dios. Se podría leer la cita que acabo
de decir, de la cual recojo algunas frases claves: Y vese muy claro que vivimos ya en el mundo de Dios. Y, por si no
quedase bien precisado, añade inmediatamente: Digo que estamos ya dentro en Él.
Estas serían las tres “experiencias de Presencia” que
recorren la vida de Teresa: “Dios a nuestro lado”, “Dios dentro de nosotros” y
“Nosotros dentro de Dios”, que marcan un proceso paulatino del desvelamiento de
la Presencia de Dios en su vida.
Junto a estas “experiencias de
Presencia”, hay que hablar de “experiencias liberadoras”. Yo creo que este
segundo momento es fundamental en el caso de Teresa; es decir, Dios es
Presencia, pero Presencia liberadora.
2.2. Las experiencias “liberadoras”…
Hay dos experiencias fundamentales, una que supone la
liberación “frente a uno mismo”. Los místicos dirán que es la más difícil
siempre; no hay peor ladrón que uno mismo, el “ego”, el “yo” protagonista.
Y la segunda la liberación “frente a los demás”, que
nunca es ninguna forma de invaloración de los demás seres humanos. En Teresa es
“no estar atado a nada”.
Luego veremos también una “experiencia de vínculo
divino”, que es, precisamente la clave de todo y que, además tiene una línea
positiva. Al terminar veremos de una manera más clara todo el proceso, porque
nos ayudará a comprender que, en la experiencia de los grandes místicos –en san
Juan de la Cruz, por ejemplo, es idéntico- la clave de todo no es nunca la ascesis, ni el trabajo, ni el
esfuerzo, sino que es puramente positiva, es decir, haber encontrado una
emoción positiva más poderosa, un amor más grande; ésa va a ser la verdadera
experiencia liberadora. Lo vamos a ver en los textos.
A)
Liberación “frente a uno mismo”
Nos encontramos en el año 1554, en el monasterio de la
Encarnación, en Ávila. Siempre se ha dicho que esta fecha supuso un cambio
radical en la vida de Teresa, que marca, de alguna forma, un antes y un
después. En ese momento, Teresa está luchando con su experiencia mística,
porque la mayoría con los que dialoga, le dicen que es del demonio. Entonces se
encuentra allí con un jovencísimo jesuita, Diego de Cecina, de 24 años, que acaba
de terminar los estudios en Salamanca y que le dice a Teresa, lo que ella narra
en el Libro de la vida, 23, 16: Me afirmó que era espíritu de Dios,
conocidamente. Lo que hizo entonces santa Teresa fue seguir el consejo de
este jesuita y olvidarse de todos los demás. Y no tenía ningún inconveniente en
quedarse con aquellos que estaban evidentemente de su lado y de su experiencia
de Dios.
El texto siguiente es uno de los más conocidos y
significativos. Hay que tener en cuenta que la clave del texto es una “experiencia
de Presencia cristológica”, como lo son todas en santa Teresa.
Acaecióme
que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a
guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de
Cristo muy llagado y tan devota, que, en mirándola, toda me turbó de verle tal,
porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo
mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me
partía, y arrojéme cabe él con grandísimo derramamiento de lágrimas,
suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle…
Mas esta
postrera vez de esta imagen que digo me parece me aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y
ponía toda mi confianza en Dios.
Aquí comienza el proceso liberador del ego, el yo
protagonista. Vemos que la liberación es ante todo de carácter positivo: poner
la confianza en una realidad más grande nos libera de nosotros mismos.
Paréceme le
dije entonces que no me había
de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo, cierto, me
aprovechó, porque fui mejorando
mucho desde entonces…
Aquí siempre va a estar la clave para Teresa. Lo de
menos es la experiencia que tiene de Cristo, lo importante son los frutos que
da: de allí en adelante su vida comenzó a cambiar, eso es lo que importa, lo
demás carece de importancia.
Como comencé
a leer las Confesiones -de san Agustín- paréceme me
veía yo allí; comencé a encomendarme mucho a este glorioso santo. Cuando llegué
a su conversión y leía cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que
el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón; -Vemos la
gran capacidad que tiene Teresa para empatizar; ella se descubre retratada en
esa misma historia- estuve por gran rato
que toda me deshacía en lágrimas y entre mí misma con gran aflicción y fatiga.
¡Oh, qué sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener
de ser señora, y qué de tormentos padece! Yo me admiro ahora cómo podía vivir
en tanto tormento. Sea Dios alabado, que me dio vida para salir de muerte tan
mortal. (V
9,1-3).
La clave de este texto es “desconfiada de mí”; por
primera vez comienza a liberarse de sí misma. Si recuerdan, a partir del
capítulo 11 del Libro de la Vida Teresa
nos va a contar la alegoría del huerto, cuatro formas de regar un huerto, que
responden a cuatro formas de orar y que en realidad son las cuatro etapas de la
vida humana. Cuando, después de este largo excursus,
retoma el hilo biográfico en torno al capítulo 23, veremos que comienza con la
experiencia que está contando en el capítulo 9 porque, en el punto 1 del
capítulo 23 encontra la misma expresión cuando Teresa dice: Sea Dios alabado que me libró de mí. Es
la libertad primera que va a experimentar Teresa.
Hay un texto muy gracioso porque Teresa, cuando está
hablando, tiene siempre un lenguaje muy desenfadado y coloquial, familiar casi.
En Camino de Perfección -una obra que
escribe Teresa y que tiene como destinatarias privilegiadas a sus compañeras
carmelitas del convento de san José, de Ávila, la primera fundación- les dirá
Teresa:
Creeis,
hijas, que porque estáis aquí ya enterradas en el convento, que tenéis todo
hecho… no lo creáis, que es como el que cierra las puertas de casa y se deja al
ladrón metido dentro. Quedamos nosotras, que es el peor ladrón que hay.
Lo que le preocupa a Teresa en un primer momento, es
“liberarse de uno mismo”. Es un elemento clave; lberarse de lo que podríamos
llamar el “ego protagonista”. En “Moradas”, cuando aparece también el momento
de conversión clave en la vida de Teresa, lo expresa a través de la imagen del
gusano de seda que se transforma en mariposa, y dice: muera ese gusano. Tiene que morir el gusano que es el “yo
protagonista”, para que nazca la mariposa, es decir, para experimentar la
verdadera libertad; ahí es donde se va a dar la verdadera conversión.
De hecho, podríamos decir que, en el caso de Teresa,
estas “experiencias de Presencia” son también “experiencias de conversión”.
Ahora bien, la conversión no va a ser nunca de tipo moral, sino de tipo teológico.
Es decir, no es que Teresa se acueste un día llena de defectos y de problemas y
al día siguiente se levante hecha una santa; hay una conversión en el sentido
de que Cristo se va a convertir en el centro de su vida. Quizás el contexto
está muy bien reflejado en el caso de san Pablo, porque hay muchos paralelismos
entre ambos. San Pablo habla de morir a
la ley, morir al hombre viejo para que nazca el hombre nuevo; es, de algún
modo, la misma idea de Teresa; lo que tiene que morir es el “yo farisaico”, el
“yo religiosamente autosuficiente”. Vivo yo, pero no vivo yo, es Cristo quien
vive en mí, dice san Pablo y esto es lo que experimenta Teresa; en la
medida en que se experimenta habitada por esta nueva realidad comienza a
liberarse de sí misma. En esa fuerza nueva que la habita es donde está la razón
de todo cambio, de toda conversión. San Pablo, después de la experiencia que
nos cuenta en Gálatas, sigue con su mal genio, sigue igual… riñe con todos, con
Bernabé, con Marcos, llegó a separarse de todos…
La verdadera conversión es la experiencia de saberse
habitado por Dios, y a partir de ahí eso tendrá también una repercusión de tipo
ético; va a suponer un cambio, poco a poco, en la vida del ser humano. En el
caso de Teresa nos encontramos con lo mismo; se trata, por tanto, de una
conversión de tipo teológico, pero que al final tendrá unos efectos éticos, un
cambio de vida.
B)
Liberación “frente a los demás”
Para ser más precisos, no es en realidad la liberación
“frente a los demás”, sino “frente a todo apego ante los demás”. Nos apegamos a
los demás, la vida humana es relación, pero también necesitamos liberarnos de
todo apego a los otros. Esto lo va a experimentar también Teresa.
Nos encontramos en el año 1563; ella tiene 48 años y
está en la nueva Fundación de san José de Ávila. San Juan de la Cruz acaba de
entrar de carmelita en Medina del Campo. En este momento aparece esta cita muy
poderosa, que recoge muy bien este aspecto de la liberación que experimenta
Teresa, sobre todo frente al “apego los demás, a los que nos rodean”, en un
momento determinado de la vida. Quizás no es un texto muy conocido pero sí muy gráfico, sobre todo por el lenguaje
que utiliza; corresponde a Cuentas de
conciencia, su diario íntimo.
Hasta ahora parecíame había menester a ‘otros’
y tenía más ‘confianza’ en
ayudas del mundo;
- ahora entiendo claro ser ‘todos
unos palillos de romero seco’
y que ‘asiéndose a ellos no hay
seguridad’,
que en
habiendo algún peso de contradicciones o murmuraciones, se quiebran.
Y así ‘tengo experiencia’ que
el verdadero remedio para no caer
- es ‘asirnos a la cruz y confiar en El’ que
en ella se puso.
La cruz, Cristo como el referente al que asirse de
verdad para encontrar la verdadera libertad. A continuación viene una
definición de esa cruz y de su experiencia cristológica.
Hállole ‘amigo verdadero’
y hállome con esto con ‘un señorío’
que me parece podría
resistir a todo el mundo que fuese contra mí,
con no me faltar Dios. (CC 3,1).
Es
un texto muy significativo. Aparentemente uno podría pensar que hay una visión
antropológica negativa, por la imagen que utiliza aquí Teresa: veo que son todos unos palillos de romero seco. La
imagen tiene mucha fuerza. Evidentemente cuando está hablando de los seres
humanos con esa imagen, ella misma es la primera que se incluye ahí. Es decir,
es el reconocimiento, caer en la cuenta en un momento determinado de la vida,
de la radical debilidad que hay en el ser humano; y que, si queremos apoyarnos
ahí para crecer o madurar, hay algo que siempre va a fallar. Por eso Teresa
hace una transición: Y así tengo experiencia… -la transición se hace desde la experiencia, desde lo divino- que el verdadero remedio para no caer es asirnos a la cruz. Por tanto, entre los palillos de romero seco –que somos todos,
incluida santa Teresa- ella va a poner el único palo que da seguridad: el
palo de la cruz. De nuevo va a ser el “asirse a Cristo” lo que va a darle
seguridad en su vida, y lo que va a
liberarle también de ese “apego a los demás”.
En
este texto tenemos reflejada una nueva transición, una nueva experiencia
liberadora. Si se dan cuenta, en todos los textos el referente cristológico es
clave, una y otra vez va a estar presente.
En las “experiencias de
Presencia”, en las “experiencias liberadoras frente a uno mismo”, y en las
“experiencias liberadoras frente a cualquier atadura o apego a los demás”, el
encuentro con Cristo siempre va a ser una fuerza positiva liberadora. La fuerza
que da la cruz frente a las contradicciones de la vida, las veleidades del ser
humano. Aquí también podríamos recordar lo que dice san Pablo: Cuando soy
débil entonces soy fuerte, porque soy capaz de agarrarme a una realidad más
poderosa que yo mismo. Evidentemente es el encuentro con Cristo en el caso
de san Pablo, el encuentro con el crucificado, aquí como está hablando santa
Teresa: Hállole amigo verdadero. La palabra que recorre
siempre los escritos teresianos y la experiencia mística orante es la palabra
amistad; la amistad es la clave para entender su relación con Dios, pero
también las relaciones humanas; Teresa cultivó las amistades humanas como pocas
en su vida.
Lo
que quiero poner de manifiesto es cómo ese encuentro con Cristo siempre tiene
efectos positivos: y hállome
con esto con un señorío –señorío equivale a libertad-; es decir, hay vínculos que nos liberan,
y hay vínculos que nos atan. En el caso de Teresa, el vínculo con Cristo tiene
una fuerza liberadora.
2.3. Experiencias
de vínculo divino…
El texto siguiente no es muy
conocido en el caso de santa Teresa, pero tiene un enorme poder y fuerza. En
último término, para el caso de Teresa y para la experiencia que ella hizo de
Dios, la clave de todo no va a estar nunca, como decíamos antes, en el
esfuerzo, la ascesis, la renuncia… La clave va a ser encontrar un vínculo
positivo más poderoso; es una emoción positiva más poderosa la única fuerza
liberadora en su vida, y no la ascesis o la mera renuncia. Sin embargo,
probablemente esas etapas de la vida de ascesis o de renuncia son necesarias
también para que nos pase un poco como a san Pablo, para caer en la cuenta
existencialmente de que no podíamos cambiar nuestra vida nosotros mismos, con
nuestras fuerzas.
Eso es lo que vamos a encontrar en este texto que está
tomado de las Exclamaciones, una obra
muy cercana, llena de emotividad, de afectividad en la que Teresa está, de
algún modo, desnudando su propia interioridad ante el lector. No son tan
conocidas como las otras obras de referencia, Vida, Moradas o Camino; sin embargo, nos encontramos con textos que
tienen mucha fuerza; en mi opinión uno de los más poderosos es éste, porque en
él se recoge sobre todo la idea del vínculo divino, pero también la necesidad
de morir al “yo”, al “ego protagonista”. Es un poco largo, pero merece la pena
leerlo con atención.
Muera ya este yo,
y viva en mí otro que es más que yo,
y para mí mejor que yo,
para que yo le pueda servir;
él viva y me dé vida;
él reine y sea yo su cautiva,
que no quiere
mi alma otra libertad.
¿Cómo será libre el que del Sumo estuviere ajeno?;
¿qué mayor ni más miserable cautiverio
que estar el alma suelta de la mano de su Criador?
¡Dichosos los que con ‘fuertes grillos y cadenas’
de los beneficios de la misericordia de Dios se vieren
presos
e inhabilitados para ser poderosos para soltarse!
‘Fuerte es
como la muerte el amor y duro como el infierno’ (Cant 8, 6) […]
‘¡Oh libre albedrío tan esclavo de tu libertad’,
si no vives ¡enclavado’
con el ‘temor y amor’ de quien te crio!
¡Oh, cuándo será aquel dichoso día que te has de ver
‘ahogado en aquel mar infinito de la suma Verdad’,
donde ya no serás libre para pecar, ni lo querrás ser,
porque estarás seguro de toda miseria, ‘naturalizado’ con la vida de tu Dios!
[…]
No tiene [Dios], ni puede tener, ni fuera perfección
de Dios poder tener libertad
para olvidarse de sí y dejar[se] de amar;
entonces, alma mía, entrarás en tu descanso,
cuando
te ‘entrañares’ con este Sumo
Bien. (E 17, 3-5).
Teresa no emplea un lenguaje especulativo; sus
palabras tienen una fuerza especial. El
texto es tan llamativo y tiene tanta fuerza que probablemente si lo
analizáramos parte por parte nos daría para hablar muchas horas. El texto
presenta ese deseo impetuoso que tanto caracterizaba a santa Teresa, por
liberarse del “ego narcisista”, el “yo protagonista”. Y para ello Teresa no
encuentra ninguna experiencia más poderosa que el vínculo divino, incluso dirá
que la única cautividad que no esclaviza al ser humano es ésta.
Podríamos aquí recordar, quizás para comprender esta
idea teresiana, la parábola del hijo pródigo. Cuando éste se aleja de la casa
del padre, se encuentra únicamente con la depravación y la pérdida de su
verdadera libertad. Es en la vuelta, y al renovar el vínculo con el padre,
donde va a recuperar la libertad y también su dignidad como ser humano.
Esto mismo está presente en el texto teresiano cuando
ella dice: no hay mayor cautiverio que
soltarse el alma de la mano de su criador. Como le pasó al hijo pródigo
cuando se marchó de casa. A mí me gusta recordar muchas veces, para expresar
esta idea, la imagen de la cometa. Una cometa puede volar porque está vinculada
a un hilo; si no existiera el hilo la cometa no podría volar, no sería libre…
Para los místicos, la experiencia de Dios es lo mismo: hay un vínculo que tiene
el poder de devolvernos la verdadera libertad y de ayudarnos a encontrarla. Así
como hay adicciones que nos roban la libertad –la droga, el alcohol, que
terminan por hacernos daño- hay adicciones positivas, un vínculo mucho más
poderoso, que es al que se refiere Teresa.
Toda la cita que hemos visto es de antología, llena de
paradojas: cautiva para ser libre…
expresiones antitéticas: muera y viva…
imágenes de una enorme plasticidad: fuertes
grillos y cadenas…, ahogada en aquel mar infinito… Ahora bien, sin duda la paradoja se encuentra
en la exclamación: Oh libre albedrío, tan
esclavo de tu libertad; dicha esclavitud queda cancelada inmediatamente por
la oración condicional que sigue en el texto teresiano, la enumeración de toda
una serie de anclas que no solo no anulan la libertad humana, sino que la
potencian: si no vives enclavado con el temor y amor de quien te crio. La
palabra “enclavado” es muy gráfica, enclavado
en el amor de Dios… Hay que fijarse en todas las expresiones que siguen
para poner de manifiesto esta idea: enclavado
en el amor, ahogado en la suma
bondad, naturalizado con la vida de
Dios, entrañado en este Sumo bien.
“Entrañado” es una palabra muy significativa en los místicos.
Más aún, la libertad de Dios, al decir de Teresa, está
limitada, ella se permite decir, ensalzada, por su propia naturaleza que es el
amor. La expresión teresiana no podía ser más contundente cuando dice: No tiene Dios, ni puede tener, ni fue la perfección
de Dios poder tener libertad para dejar de amar.
De alguna forma, en este texto teresiano -uno de los
más poderosos y audaces de Teresa- encontramos el reflejo de, lo que podríamos
decir, la naturaleza de Dios. Si Dios en su naturaleza es amor, no solo es amor
en su Presencia última, sino que es amor derramándose siempre; nunca puede
dejar de amar; “no es libre para dejar de amar”, Es otra expresión que nos
remite a la imagen que Teresa tiene de Dios.
Hemos visto las “experiencias de Presencia”, las
“experiencias de liberación” y, finalmente la clave de todo, que siempre es
positiva: encontrar un vínculo más poderoso, que en realidad es la fuente de
libertad más fuerte y poderosa en el caso de Teresa.
Esta última “experiencia de vínculo” encuentra su
reflejo, quizás más acabado, en lo que nos cuenta Teresa en torno al año 1572, cuando
ella está de priora en el Monasterio de la Encarnación de Ávila y su confesor
es S. Juan de la Cruz. El texto es de las Cuentas
de Conciencia nº 25, donde aparece esta experiencia última de Teresa que es
como la fuente liberadora más poderosa: la “experiencia del Matrimonio Místico”,
el matrimonio espiritual que, como todos sabemos, es una imagen que tiene su
fuente bíblica en “El Cantar de los Cantares”.
Estando
comulgando partió la forma el Padre Fray Juan de la Cruz –que me daba el
Santísimo Sacramento- para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino
que me quería mortificar porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran
grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el
Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome su Majestad: ‘No hayas miedo, hija, que nadie sea
parte para quitarte de mí’; dándome a entender que no importaba. Entonces
representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y
diome su mano derecha -evidentemente dar la mano derecha es la escena del
matrimonio- y díjome: ‘Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde
hoy, hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no solo como Criador
y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra
es tuya y la tuya es mía.’ (CC nº 25)
Podríamos decir que esta experiencia es
el cúlmen del “vínculo de Teresa con Dios” y que va a ser la experiencia
liberadora más profunda de su existencia. Nosotros hoy utilizamos, porque
pertenece a la tradición mística, una imagen nupcial del matrimonio místico, o
espiritual, pero yo prefiero hablar hoy de “experiencia de comunión, de
vínculo, de link, de enlace…”, que quizás es una imagen que tiene más poder en
nuestra sociedad que la misma del matrimonio.
He dicho muchas veces que las
experiencias cristológicas que tiene Teresa tienen un formato determinado,
propio de la época, es un relato de visiones… pero, evidentemente, nunca ve
nada con los ojos del cuerpo; santa Teresa, a lo largo de sus obras muchas
veces habla también de “audiciones divinas”… pero curiosamente tampoco oye nada
con los oídos del cuerpo. Con esto quiero decir que, en las experencias que
Teresa hace de la Presencia de Dios, lo importante no es el formato que aparece,
visiones o audiciones; para ella lo verdaderamente relevante va a ser los
frutos que dan y los efectos que producen. Podríamos decir además, que va en
una línea muy bíblica; en el biblicismo que todos tenemos presente en nuestra
mente, “ver a Jesús” no equivale a una visión física; recuerden como comienza
la primera carta de Juan: “Lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que hemos
tocado…” y, sin embargo, todos sabemos que el autor de esta carta de Juan no
conoció al Jesús histórico. Está hablando de una visión que es “experiencia de
Presencia”. En esta línea hay que situar siempre todas las experiencias que nos
cuenta Teresa.
3.
Sobre “visiones” y “audiciones” teresianas
Muchas veces tenemos la visión de
Teresa relacionada con visiones, audiciones, experiencias extraordinarias,
transverberaciones… Probablemente quien más ha recogido esto ha sido Bernini en
la famosa escultura de la Transverberación de santa Teresa”. Por eso yo creo
que cuando nos preguntamos si Teresa oyó o vio algo, es una pregunta
impertinente, que no viene a cuento, porque lo realmente importante para Teresa
será que esas experiencias van a transformar su vida y su existencia.
El texto siguiente, tomado del libro de
las Moradas, se sitúa en el año 1577.
Cuando escribe esta obra, Teresa está en el culmen de su experiencia de Dios y,
además, en un momento de su vida en el que no tiene experiencias
extraordinarias de ningún tipo; todo es paz y tranquilidad. Es un texto que nos
ayuda desde dentro, es decir, es el propio místico el que dice que las
experiencias extraordinarias no es lo importante; lo que importa son los frutos
que den; además, recoge muy bien esta idea y nos puede ayudar a poner en su
lugar adecuado estas experiencias más o menos extraordinarias de los místicos.
Pues tornando a lo que decía de las hablas con el ánima, de todas las
maneras que he dicho, pueden ser de Dios y también del demonio y de la propia
imaginación. Diré, si acertare, con el favor del Señor, las señales que hay en
estas diferencias y cuándo serán estas hablas peligrosas; porque hay muchas
almas que las entienden entre gente de oración; y querría, hermanas, que no penséis
hacéis mal en no las dar crédito ni tampoco en dársele cuando son solamente
para vosotras mismas, de regalo o aviso de faltas vuestras, dígalas quien las
dijere, o sea antojo, que poco va en ello. De una cosa os aviso: que no
penséis, aunque sean de Dios, que seréis por eso mejores, que harto habló a los
fariseos, y todo el bien está cómo se aprovechan de estas palabras, y ninguna
que no vaya muy conforme a la Escritura hagáis más caso de ellas que si las oyeseis
al mismo Demonio.
(6M 3,4).
4.
Concluyendo… “¿Solo Dios basta?”…
Quiero
terminar haciendo referencia a este poema tan conocido de santa Teresa: Solo Dios basta, para ver si esto es
así… Yo creo que no, aunque sea contradecir a Teresa. No basta solo Dios para
crecer, madurar y para hacer la aventura de la vida; la misma Teresa se ocupa
de ponerlo de manifiesto una y otra vez. ¿Acaso no necesitamos todos a los
demás en la vida para crecer? ¿No es una gran adquisición también de nuestro
tiempo que las experiencias de austeridad son las que nos ayudan a madurar y a
crecer? A ello referencia Teresa muchas veces a lo largo de sus obras.
En
el caso de Teresa creo que ella necesitó a los demás; a lo largo del Libro de la Vida, por ejemplo, hay un
continuo diálogo de Teresa con los libros –fue una lectora empedernida desde
siempre- y con los teólogos de su tiempo -confesores
y letrados- dice ella. Ese diálogo con los demás y con los libros nos está
hablando de esa necesidad de los otros. Ahí tendríamos un primer elemento para
caer en la cuenta de que solo Dios no basta, necesitamos a los demás.
Incluso
se podría fundamentar hasta bíblicamente. En la escena de Getsemaní, por
ejemplo, Jesús se sintió en un momento “desesperado”; no hay más que recordar
las expresiones que han recogido los evangelios: Mi alma está triste hasta la muerte… Y por primera vez en esa
escena “Jesús no quiso estar a solas con Dios, y buscó a sus amigos”, como ha
puesto de manifiesto Moltmann en su estudio sobre la cristología de Jesús. Hasta
Jesús necesitó a los demás; Dios no era suficiente.
Hay
momentos en la vida en los que necesitamos siempre a los demás. En Teresa nos
encontramos siempre con lo mismo; a lo largo de su vida buscó continuamente a
los otros, necesitó a los demás para madurar y para crecer. Por eso, frente a
los versos teresianos que todos recordamos: Nada
te turbe / nada te espante / Todo se pasa / Dios no se muda / la paciencia todo
lo alcanza / Quien a Dios tiene nada le falta / Solo Dios basta, parece
legítimo reconocer que no basta el vínculo divino, como tampoco le bastó a
Jesús, que necesitó a sus amigos…
Igual
que no basta amar a Dios solo; lo sabemos por la primera carta de Juan y también lo sabía muy bien santa Teresa quien en Las Moradas dice:
Porque si amamos a Dios no se puede
saber nunca con certeza, aunque hay indicios grandes para saberlo. Mas el amor
al prójimo sí.
Por
tanto, si la etiqueta de garahntía del amor a Dios es el amor al prójimo,
significa que todos necesitamos también a los demás para crecer y madurar. Y no
solo eso; junto a esa experiencia de alteridad, en Teresa aparece algo a lo que
hemos hecho referencia una y otra vez. Para saber si una experiencia de Dios es
verdadera no hay mejor “denominación de origen”, utilizando la terminología de los
vinos, que estar atentos a las necesidades de los demás, a las necesidades del
prójimo, a los sufrimientos de los otros. Fïjense cómo se expresa Teresa en
otra de sus obras menores: Meditación de
los Cantares:
Yo lo mido con advertencia en
algunas personas, que muchas no las hay por nuestros pecados. Que mientras más
adelante están en la oración y regalos de Dios, más acuden a las necesidades de
los prójimos.
Quien
más adelante está en el encuentro con Dios, más atento está a las necesidades
del prójimo.
Ya
para terminar, recordemos ya para terminar una cita teresiana muy repetida
aunque no siempre muy bien interpretada, que aparece en el Libro de la Vida: Amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos.
La
clave de esta cita es la finalidad a que está encaminada dicha amistad con
Dios, es decir, ayudar a los demás débiles. Para el místico, la amistad con
Dios – ser amigos fuertes de Dios- no
es un salvavidas para mantenerse estoicamente frente a las tormentas y
problemas de la vida. Casi siempre se olvida esta segunda parte de la cita
teresiana, y se olvida que la mística teresiana, como toda mística verdadera,
se autentifica en la esfera de la ética y más concretamente en la ética de las
necesidades de los demás, en la capacidad para estar atentos a los más débiles
o a los más “flacos”, como dice santa Teresa.
Muchas
gracias