martes, 24 de junio de 2014

A nuestra Hermana Charo

Nuestra Hermana Charo Carnicero, tras una noche oscura vivida con gran testimonio y paz, fue al encuentro de Nuestro Señor, el pasado 23 de junio, al día siguiente de la fiesta de Corpus.

Fue nuestra querida Charo una verdadera hermana, cómplice en todos los proyectos de la Orden, inquieta como Teresa en nuevas iniciativas, muy comprensiva, conversable amiga y llena de buen sentido del humor. Ahora, es cierto, todas esas cualidades, van a seguir viéndose desde su apoyo en el Cielo. Por la Orden Seglar, que tanto ha querido.


El Señor me abrió la Puerta del Carmelo

Opinión publicada en Portal Carmelitano. 6 de enero de 2011





Mi primer encuentro con Santa Teresa ocurrió cuando yo tenía alrededor de 15 años, No sé de qué manera apareció en mi casa el Libro de la Vida. Mi hermana mayor y yo lo leímos con sorpresa y admiración. Aquello lectura se me quedó grabada para toda la vida, y de alguna forma me ha acompañado a lo largo de ella.

A los 17 años proyectaban en mi pueblo la película de Juan de Orduña, Teresa de Jesús. No puedo explicar qué pasó en mí, pero sentí la necesidad urgente de ser carmelita, y pensé en marchar a un convento, cerca de mi pueblo, donde la Santa había fundado una comunidad de monjas Descalzas.

Por aquella época y, sin experiencia, acepté lo que mi director espiritual me aconsejaba: Dejar la idea de momento y estudiar, cosa que me agradaba, ya que antes no había podido llevar a cabo ese deseo.
Pasaron muchos años: estudios, profesión, matrimonio, hijos. Mi vida fue por unos caminos diferentes de los que soñé a los 17 años. Y así una vida entera. No obstante siempre me mantuve dentro de la Iglesia. Tal vez el hecho de ser profesora de Religión, me condicionaba a tratar de vivir algo de lo que enseñaba a los adolescentes. Poco y mal, siempre rezaba algo. Salvando la distancia entre ambas podría decir con Santa Teresa:“Por estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso”(V 8,2)
A los 57 años quedé viuda inesperadamente. La vida se me desmoronó. Sin mi marido no encontraba sentido a mi vida.
Recuerdo que oraba a Dios pidiéndole que me abriera alguna puerta, porque no encontraba consuelo ni ganas de vivir.
Entonces pude experimentar en mi vida lo que bien reza el salmo “cuando el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias” (Sal 34,7) Y el Señor me abrió la Puerta del Carmelo.” Poderoso es para libraros de todo, que una vez que mandó hacer el mundo, fue hecho: su querer es obrar” (C.P 16,10)
Fui invitada a participar en un Retiro de la Orden Seglar del Carmelo Descalzo. Allí me encontré de nuevo con Santa Teresa. Me envolvía y fascinaba su doctrina, su camino, su carisma y sentí que era la misma adolescente y con el mismo deseo insatisfecho que había sentido cuarenta años atrás:”… un día es ante Dios, como mil años, y mil años como un día” 2 Pe 3,8
Me entusiasma seguir este camino que marca Teresa a sus hijas: esta vez en el mundo, pues mis cargas familiares y mi edad no me permiten entrar en un convento.
Leo con ardor y devoción sus obras; me apasionan, me siento acompañada y guiada por ella en este camino incipiente de la oración. Me gustan las condiciones para que ésta sea auténtica: “La una es amor unas con otras, desasimiento de todo lo creado; la otra verdadera humildad” (C.P. 4,4 ) Y aunque me siento muy lejos, ella misma me anima a intentarlo día a día con tesón y con paz. “Porque lo que mucho conviene para este camino que comenzamos es paz y sosiego en el alma” (C.P. 20, 5)
Voy recibiendo acompañamiento espiritual y formación. Participo en la Comunidad Seglar, que existe en la ciudad donde vivo, y cada vez me apasiona más esta vida y este caminar teniendo como centro a Jesús.
Después de cinco años de formación he podido hacer mis promesas definitivas en la Orden Seglar a la que ya pertenezco. ¡Al fin soy carmelita! Hoy soy feliz viviendo mi vocación en el mundo como obsequio a Jesucristo. Con San Pablo veo que no es que lo tenga ya conseguido o que sea perfecta, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo misma alcanzada por Cristo Jesús… Una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta. (Cf. Flp 3, 12 y ss).
Veo que en mi vida, Dios siempre me ha estado acompañando, amando, persiguiendo… y que Él me quería en su Iglesia como carmelita; no como yo lo imaginé de joven, sino como Él lo soñó para mí desde la eternidad.
Con mi madre Teresa puedo decir: PARA VOS NACÍ.
Rosario Carnicero Cicuéndez OCDS